El presente artículo busca plantear el problema de la calificación de ciertas manifesta- ciones escultóricas como «cluniacenses» en un conjunto de enclaves borgoñones bien conocidos desde el final del siglo XI o principios del siglo XII. Queremos mostrar las cuestiones que se generan cuando se reúne un gran corpus de esculturas bajo una etiqueta de poderosos significados histórico-religiosos. La elección del calificativo «cluniacen- se» en relación con el enclave monástico más influyente del corpus desde el punto de vista de la vida religiosa no puede ser considerada simplemente como una comodidad lingüística. Al contrario, dicha elección se traduce en una hipótesis sobre la influencia artística de la abadía clunisina.