Abstract
Sr. Editor:
En todo el mundo, a niñas, jóvenes y mujeres se les asigna la provisión de cuidados no remunerados en sus familias y comunidades en forma arbitraria y diferencial, naturalizando la atención no remunerada de personas dependientes o con algún grado de discapacidad.(1) De tal modo que, tareas como la asistencia con las actividades de la vida diaria, cuidados materiales, económicos y/o psicológicos, y el sostén del vínculo con el sistema de salud para la realización del efectivo derecho a la salud de las personas cuidadas,(1) han pasado a ser elementos constitutivos de la experiencia del ser mujer.
Lo anterior explicita el vínculo entre el género, la salud y el desarrollo sostenible el que ha sido reconocido por las Naciones Unidas, y explicitado en compromisos internacionales como la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing,(2) que en la década de los 90’s llamó a la incorporación urgente del trabajo no remunerado de las mujeres en las estadísticas económicas y vitales, considerándolo capital para el sostenimiento de la vida y en la lucha contra la pobreza, emplazando a los países miembros a promover la igualdad de género.
El año 2008, la Oficina Regional para las Américas de la Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS), en concordancia con la integración de una perspectiva de género en la labor de la OMS, publicó una “Guía para el análisis y el monitoreo de la equidad de género en las políticas de salud”,(3) marco de referencia para evaluar el grado en que las políticas de salud de los países de la Región integran transversalmente un enfoque de equidad de género. Este documento, destaca entre sus áreas de observación la medición del trabajo no remunerado en salud, los riesgos ocupacionales para la salud que se le asocian, y las acciones que se han previsto para enfrentar tales riesgos.(3)
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