No descubrimos nada nuevo si afirmamos que, como regla general, la preocupación por la protección del medio ambiente y la búsqueda de soluciones para frenar las agresiones que soportan continuamente los elementos que lo integran viene siendo, de un tiempo a esta parte, uno de los discursos recurrentes en cualquier proclama política, social y jurídica que se precie. En efecto, los avisos acerca de la gravedad de los ataques de que viene siendo objeto el medio y las terribles consecuencias que para la vida humana pueden tener aquellos (formulados desde muy diversas procedencias, respondiendo a distintas orientaciones, y derivados de una pluralidad de razones), han logrado activar las alarmas sociales, facilitando consecuentemente la formación de una conciencia colectiva y generalizada acerca de la importancia de los valores ecológicos.