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dc.creatorCortés, Alexis
dc.date2015-01-01
dc.identifierhttp://personaysociedad.uahurtado.cl/index.php/ps/article/view/83
dc.identifier10.53689/pys.v29i1.83
dc.descriptionCuando Octavio Paz (1990) definía la posmodernidad como una modernidad más moderna, no hacía sino evidenciar cómo los desafíos propuestos por ella no habían hecho más que agudizarse en el cambio de siglo; la modernidad no desaparecía, sino que su dinámica se hacía más intensa. Consciente de ello, Oliver Kozlarek (2014) revisita en su obra la modernidad y nos invita a pensarla superando los provincianismos de las teorías que han buscado comprenderla. La modernidad no solo se caracterizaría por su humanismo y por la crítica, sino también por la constitución de una conciencia del mundo, es decir, por una conciencia de la dimensión mundial de los asuntos humanos. Oponiéndose a lo que Pelfini (2013) identifica como un ‘cosmopolitismo atlántico’, o sea, un cosmopolitismo imposible en tanto generalizador de una trayectoria particular hacia la modernidad como una guía universal para los otros pueblos, Kozlarek (2004) nos propone pensar un cosmopolitismo crítico, es decir, un cosmopolitismo que intenta resituar la pregunta por lo que tenemos en común los seres humanos, sin perder de vista los problemas concretos que la modernidad global impone en los lugares concretos. Ello, al mismo tiempo, concibiéndose como una crítica de lo propio y no como una extensión de un ‘alma’ inmutable; en otras palabras, un cosmopolitismo que ve lo propio como un todo incompleto y no como una particularidad que deviene absoluto. La modernidad, desde esta perspectiva, deja de encontrar en la tradición su opuesto. La cuestión más bien es el entendimiento sobre cómo la modernidad se despliega como una experiencia de destrucción de mundos (tradicionales) existentes. La verdadera contradicción de lo moderno no es la tradición, sino el provincianismo. En este punto bien vale preguntarse si se parte del supuesto de que las teorías de la modernización fueron provincianas por el ‘imperialismo de lo universal’ (Bourdieu, 1999) que portaban en su seno ¿fueron realmente modernas?; en otras palabras, ¿se podría afirmar que las teorías de la modernización fueron antimodernas? El programa de Kozlarek implica una crítica a la Teoría Crítica, pero también es una alerta a la emergencia de nuevas formas de provincianismo. No se le puede oponer al universalismo occidental la conclusión de que solo puede valer un algo propio, nos dice. Si la crítica de la modernidad debe partir de una conciencia de las diferencias locales, deberemos evitar caer en un relativismo radical que no considere los problemas comunes que remiten a un plano mundial. En este punto, podemos preguntarnos sobre nuestras teorías y tradiciones de pensamiento y sobre cómo pueden contribuir o han contribuido a una conciencia del mundo o a lo que otros apuntan como una sociología global. En este sentido, Koslarek reconoce en la crítica poscolonial un importante papel correctivo en los debates sobre la modernidad, pero también se niega a igualar modernidad con uno de sus dispositivos: la colonialidad. Además, tal como han señalado autores como José Maurício Domingues (2009), la poscolonialidad en último término se puede comprender como un intento de inversión de la operación eurocéntrica que nos podría llevar a una forma más sofisticada de particularismo. Kozlarek en sus trabajos rescata de la crítica de Octavio Paz a la modernidad, una fuente inexplorada de imaginación sociológica con claves iluminadoras para un nuevo relacionamiento con el mundo. ¿Pero qué hacer con nuestra propia tradición sociológica sobre la modernidad? Existen dos posibles recorridos. Por un lado, asumir que en América Latina las ideas de una modernidad distinta no fueron condensadas en una teoría sociológica de la modernidad. Como afirman Chernilo y Mascareño (2005), los obstáculos epistemológicos que nos llevaron a la ‘maldición’ del pensamiento latinoamericano, de la que nos habla Roitmann (2008), según la cual nuestra trayectoria se concibe como una especie de desvío de lo correctamente moderno, como un punto de fuga inapropiado, que termina por reducir la sociología latinoamericana a una sociología de la incompletud. Otra opción es asumir que los autores latinoamericanos, más que ver un déficit en nuestra realidad, vieron el déficit en la teoría; con eso tomaron prestados aparatos analíticos de los ‘centros’, pero también mostraron su limitación y fueron más allá. Así lo hizo Medina Echavarría (CEPAL, 1963) con su concepto de ‘porosidad estructural’, mostrando que la sociedad tradicional era mucho más adaptativa y dinámica que lo que la teoría weberiana suponía, o Germani (1973) con su ‘dualismo estructural’, o Gilberto Freyre (1946) con su ‘hybris de los trópicos’, entre otros. Sin lugar a dudas, entre nuestros autores hay mucho que se puede rescatar para reconstruir la experiencia de nuestra trayectoria a la modernidad y así contribuir a una imagen más plural y completa de la modernidad actual. Para Kozlarek, la modernidad debe entenderse como ‘totalidad plural y concreta’, y no como una unidad abstracta hacia el futuro. Por ello, una teoría de la modernidad comparada debería ocupar el lugar de una teoría normativa-teleológica, para finalmente dar el paso de una modernidad excluyente a una modernidad incluyente. La modernización ya no conduce a una meta universal de todo el proceso civilizatorio. Pero, si consideramos que la paradoja jamesoniana sigue más vigente que nunca, es decir, continúa siendo más fácil imaginar el fin del mundo antes que el fin del capitalismo, o como la planteaba otro marxista István Mészáros (2007), la cuestión sigue siendo socialismo o barbarie, si tenemos suerte y no destruimos el mundo antes, entonces podríamos preguntarnos si no se hace necesario reintroducir una dimensión proyectiva a nuestros discursos sobre la experiencia moderna. O como, de manera más clara, lo señalaba el propio Martín Hopenhayn (1994) hace algunos años, la crítica a la direccionalidad normativa de la historia de nuestro continente no se debería confundir con el rechazo de toda direccionalidad, por la importancia de imágenes futuras para hacer operativas la crítica a lo propio. Tal vez, en el propio ‘giro humanista’ propuesto por Kozlarek encontraremos coordenadas para responder estas interrogantes. Para él, comprender la modernidad en clave humanista implica reconocer la posibilidad de perfeccionar nuestra condición humana a través del concurso de otros seres humanos y mediante la construcción de un mundo común. Ahora bien, si el discurso de posmodernidad tuvo la virtud de mostrar la autorrevelación crítica de la propia modernidad, o sea, el anuncio de la imposibilidad de mantener ciertos presupuestos que han servido durante mucho tiempo como pilares sólidos del pensamiento y de las prácticas modernas, ¿cómo situar el ‘viraje humanista’ que Kozlarek nos propone a la luz de la cotidiana revelación de la negación de la propia humanidad en la experiencia de nuestro continente? La lectura que Oliver Kozlarek realiza de la modernidad tiene tanto de indispensable como de urgente. Hoy, en tiempos de indignación selectiva, cuando la desaparición de 43 jóvenes normalistas en Iguala abre una vez más la herida de no poder responder al ‘¿dónde están?’, el humanismo de Kozlarek nos viene a recordar que las campanas que doblan en estos momentos en México, en realidad, lo hacen por todos nosotros. Referencias Bourdieu, P. (1999). Intelectuales, política y poder. Buenos Aires: Eudeba. CEPAL (1963). El desarrollo social de América Latina en la postguerra. Buenos Aires: CEPAL. Chernilo, D., Mascareño, A. (2005). Universalismo, particularismo y sociedad mundial: obstáculos y perspectivas de la sociología de América Latina. Persona y Sociedad XIX (3), 17-45. Domingues, J. M. (2009). La modernidad contemporánea en América Latina. Buenos Aires: Siglo XXI Editores. Freyre, G. (1946). Casa Grande & Senzala, Vols. 1-2. Rio de Janeiro: Livraria José Olympio Editora. Germani, G. (1973). Política e sociedade numa época de transiçao: Da sociedade tradicional à sociedade de massas. Sao Paulo: Mestre Jou. Hopenhayn, M. (1994). Ni apocalípticos ni integrados: aventuras de la modernidad en América Latina. México D.F.: Fondo de Cultura Económica. Kozlarek, O. (2004). Teoría y método para una crítica comparada de la modernidad. Nueva Sociedad 194, 38-51. (2014). Modernidad como conciencia del mundo. México D.F.: Siglo XXI Editores. Mészáros, I. (2007). O desafio e o fardo do tempo histórico. O socialismo no século XXI. Sao Paulo: Boitempo. Paz, O. (1990). La búsqueda del presente. Discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura. Disponible en http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/1990/ paz-lecture-s.html [diciembre 2014]. Pelfini, A. (2013). Del cosmopolitismo “atlántico” al cosmopolitismo minimalista. La subjetivación de América Latina en una modernidad plural. Devenires XIV (28), 13-38. Roitman Rosenmann, M. R. (2008). Pensar América Latina. El desarrollo de la sociología latinoamericana. Buenos Aires: Clacso.es-ES
dc.formatapplication/pdf
dc.languagespa
dc.publisherFacultad de Ciencias Sociales, Universidad Alberto Hurtadoes-ES
dc.relationhttp://personaysociedad.uahurtado.cl/index.php/ps/article/view/83/80
dc.rightsDerechos de autor 2015 Persona y Sociedades-ES
dc.sourcePersona y Sociedad; Vol. 29 Núm. 1 (2015): Persona y Sociedad; 115,118es-ES
dc.source0719-0883
dc.source0716-730X
dc.titleModernidad como conciencia del mundo Oliver Kozlarek (2014). México D.F.: Siglo XXI Editoreses-ES
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/article
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/publishedVersion


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