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dc.creatorJahr, Elisa Cordero
dc.date2021-08-11
dc.identifierhttp://revistas.uach.cl/index.php/aus/article/view/6679
dc.identifier10.4206/aus.2021.n29-01
dc.descriptionValdivia era una ciudad amarilla y blanca antes del 18 de octubre de 2019. A partir de ese día, los muros del centro de la ciudad se comenzaron a llenar rápida y sorpresivamente de cientos de colores en forma de dibujos y de palabras, grandes y pequeñas, que vociferaban y también susurraban, rabia y amor. Chile había despertado, por segunda vez en la última década, desde un estado soporífero de acomodo falso al reconocimiento de vivir una situación social alienante. La gente salió a las calles y las marchas comenzaron a ser un paisaje común y corriente de manifestación ciudadana. Cientos y a veces miles de personas, como una marea, inundaron la ciudad en una romería bulliciosa de música y cánticos lanzados al aire. El eje de la peregrinación en Valdivia comenzaba casi siempre en la plaza Simón Bolívar para bajar por Picarte hasta la plaza de la República, dar un par de vueltas y luego hacer una ronda por Arauco hasta carabineros, gritando varios coros conocidos, para volver nuevamente por Picarte hasta la plaza. Allí, el grupo se quedaba celebrando, bailando, conversando, gritando, hasta que se comenzaba a sentir un murmullo subterráneo que subía lentamente hasta la superficie: puente, puente, puente… Era el momento de seguir por calle O´Higgins hasta el puente Pedro de Valdivia e instalarse allí a seguir cantando, vociferando, danzando. Un poco más tarde, se producían los enfrentamientos con carabineros que intentaban a despejar la vía para los vehículos que se dirigían desde y hacia la Isla Teja. En el recorrido de la manifestación, hay 5 edificios que fueron blanco de los pintados y también de la destrucción: la catedral en la plaza de la República; el mall en calle Arauco; el Mac Donalds’s en calle O´Higgins esquina Chacabuco; la Municipalidad en calle Independencia y el Hotel Dreams en la costanera Arturo Prat. Contra la amenaza, los edificios prontamente comenzaron a blindarse, y sobre el gris metálico, el diálogo cromático continuaba. La catedral, sin embargo, permaneció desnuda, vulnerable, abierta a recibir lo que fuera. El estallido en las calles duró poco, porque en marzo de 2020 llegó la pandemia, la ciudad se vació y los diálogos de los muros fueron interrumpidos y luego silenciados. Blanco para limpiar, blanco para silenciar, blanco para intentar olvidar. Pero no se olvidaba, porque a pesar de la pandemia, los chilenos votaron que querían una nueva constitución. Tras interminables meses de cruda reclusión en los hogares, el COVID comenzó a retroceder y la ciudad empezó nuevamente a moverse. Abrió el mall, abrió el hotel Dreams, abrió el MacDonald’s renovado, abrió la municipalidad y la catedral, abrieron poco a poco todos los locales y la gente enmascarada, volvió a llenar las calles. Valdivia volvió a ser una ciudad blanca y amarilla, sin embargo, tras los brochazos albos que intentaron silenciar los muros y volver a la normalidad, los colores brotan como la conciencia que no calla, recordando que aún hay mucho que trabajar.es-ES
dc.formatapplication/pdf
dc.languagespa
dc.publisherUniversidad Austral de Chilees-ES
dc.relationhttp://revistas.uach.cl/index.php/aus/article/view/6679/7787
dc.rightsDerechos de autor 2021 AUS [Arquitectura / Urbanismo / Sustentabilidad]es-ES
dc.sourceAUS [Arquitectura / Urbanismo / Sustentabilidad]; No. 29 (2021); 3en-US
dc.sourceAUS [Arquitectura / Urbanismo / Sustentabilidad]; Núm. 29 (2021); 3es-ES
dc.source0718-7262
dc.source0718-204X
dc.titleCIUDAD BLANCA, ESTALLIDO Y MEMORIAes-ES
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/article
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/publishedVersion


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