¿Qué es un archivo? ¿Para qué sirve un archivo? ¿Cómo entrar y cómo salir de un archivo? Estas son algunas de las preguntas que la crítica ha intentado pensar y responder en las últimas décadas a partir de la certeza de que un archivo no es un sitio neutro ni un espacio de conservación de lo que el presente decide salvaguardar del pasado. Jacques Derrida, Michel Foucault, Giorgio Agamben, pero también Lila Caimari, Maximiliano Andrés Tello, han pensado insistentemente en este dispositivo como un componente central para nuestros presentes. Hoy sabemos, Derrida mediante, que el archivo se encuentra íntimamente vinculado a la ley y al poder y que, en manos opresoras, delinea y configura nuestro mundo sensible. También sabemos que en los polvorientos habitáculos que supuestamente resguardan nuestra memoria se juega nuestro porvenir. El archivo es, por lo tanto, siempre un mensaje arrojado al futuro. En esta línea se inscribe el extraordinario libro de Javier Guerrero, Escribir después de morir. El archivo y el más allá, publicado recientemente por la editorial Metales pesados. Guerrero, en este voluminoso texto, se detendrá sobre los archivos de una serie de escritores y artistas latinoamericanos: Reinaldo Arenas, Severo Sarduy, Salvador Novo, Pilar y José Donoso, Delmira Agustini, Pedro Lemebel y Paz Errázuriz, dibujando un viaje temporal y geográfico realmente amplio y novedoso.