La otra cultura llegó a las Indias con el filo del acero y con la dura voz de los Capitanes Generales. Zarandeada en las bodegas y agotada por una interminable travesía se deslumbró con las blancas arenas del Nuevo Mundo. No pudo creer lo que estaba viendo. Un mundo ancho y verde y tan virginal. Quién iba a imaginar que la vorágine de la codicia caería como un temporal en la Nueva España de ultramar. Sobre los escombros se levantaron las nuevas catedrales y en el cielo los dioses cambiaron de nombre mientras aquí en la tierra la sangre del indio hacía relucir el oro desde la selva del Darién hasta la Nueva Imperial.