El inicio de muchas ciudades chilenas, en especial aquellas fundadas al Sur del Bío-Bío, vivieron sus primeros tiempos urbanísticos lleno de zozobras, desesperanzas y destrucciones. No solamente amenazadas y asaltadas por los nativos sino también arrasadas por terremotos y maremotos, y sin embargo, fueron doblegadas. La esperanza y el tesón colonizador las hacía renacer una y otra vez de entre las cenizas. La fe cristiana y la adoración a la Virgen de las Nieves, patrona salvadora de nuestras ciudades, fue una fuerza mística avasalladora que convertía derrotas en victorias y la muerte segura a manos del fiero araucano, en salvación cierta. Fue esta fe una inspiración divina que por cierto alentó la fundación y posterior consolidación del primer urbanismo al Sur de la "frontera araucana".