Este artículo da cuenta de una visión en la que arte, arquitectura y diseño se unen para generar espacios habitables vestidos desde la emocionalidad. La investigación busca superar estándares de confort sicológico para zonas públicas de espera, otorgando una intencionalidad desde lo sensitivo a lugares que se habitan desde lo ajeno, pero en los que se construye una compartida intimidad. El contacto visual es el que nos permite una aproximación primera, aun desde la distancia, develando colores, formas y porciones sugerentes. Las texturas se hacen presentes para entregar un carácter a muros, suelos y cielos preparados para contener un mundo de objetos y cobijar un complejo cúmulo de actos humanos. Convergen en este habitar, espacio, objeto y ser, mostrando la complementariedad que surge cuando tres disciplinas se interconectan. Desde esta mirada, se promueve al usuario como centro de la etapa de ideación conceptual de un nuevo producto y se aplican métodos de la ingeniería afectiva, para una recogida sistemática de frecuencias emocionales que permiten diseñar texturas para revestimientos potenciadas desde el Op Art, con el objeto fundamental de dar cabida a las emociones percibidas, en cuya mixtura, más bien se conciben como requeridas.