La confluencia de las elites políticas (radicales) y militares tiene una gran importancia en la sincronía de percepciones respecto de la realidad internacional. Ello porque la función militar se ejerce desde luego como ámbito natural respecto del escenario clásico del juego interestatal. Y porque lo político está por encima de la planificación militar. Lo estratégico se define desde luego en el escalón superior del mando político, y desde ahí se distribuye a niveles inferiores hasta llegar a la política sectorial, es decir a la militar. Debido a la concepción del proyecto se trata de un estudio interdisciplinario, pues intersecta la historia de las relaciones internacionales con los estudios estratégicos. Pero previo a ello, y considerando que en las políticas exterior y de defensa hay pulsiones interiores en su diseño es preciso situar el contexto de quiénes hacen la política exterior. Necesariamente este diseño nos conduce al concepto de elite. Denominamos élite, como un concepto operacional, a todo grupo que distinguiéndose de la población común ejerce una potestad o influencia calificada, pero que tiene por eje el acceso al poder. Debido a que el poder es múltiple, hay múltiples élites y no necesariamente un grupo profesional o un grupo de presión es una élite. Para serlo debe acceder a un aspecto del poder.