Abstract
El influjo de la cultura tanto en las disposiciones y procesos psicológicos como en los comportamientos es un hecho bien establecido en la literatura internacional (Matsumoto & Juang, 2013). El abordaje de las relaciones entre cultura y psicología adquiere especial relevancia en nuestro contexto iberoamericano debido, al menos, a dos circunstancias: la heterogeneidad cultural presente en este contexto y la estrecha dependencia de nuestra psicología iberoamericana respecto, primordialmente, al desarrollo disciplinario generado en y para la cultura anglosajona. Aunque estas dos circunstancias subrayan la necesidad de cualificar culturalmente el conocimiento psicológico a fin de garantizar su pertinencia local, son escasos los estudios que atienden esta necesidad en nuestro medio.