Siempre he creído que ser parte de una comunidad universitaria es un privilegio. Esta afirmación se sustenta en la certeza que poder interactuar con la elite intelectual de nuestra sociedad, es una oportunidad de validez inconmensurable, por la multiplicidad de ventanas hacia el conocimiento que se abren y por la apertura espiritual que dicha situación causa en nosotros. Sin embargo, sería erróneo creer que este privilegio sólo se traducirá en oportunidades para desarrollar nuestras capacidades, pues no sólo significa derechos y prerrogativas sociales, sino que una gran responsabilidad. Ella es buscar la verdad y divulgarla; cuestionar y cuestionamos respecto a todos los hechos a los que puede acceder nuestra capacidad cognoscitiva. Nuestro primer deber, es reflexionar en torno a la esencia de la universidad y particularmente en relación a la obligación que ésta tiene en la búsqueda de la VERDAD. Tratemos de abordar el desafío de determinar en qué consiste nuestro deber de buscar la verdad. En primer lugar, debemos establecer qué es aquello que estamos hablando, es decir, QUE VERDAD.