La primera proyección cinematográfica en Chile fue el 26 de agosto de 1896, en Santiago, en un salón del Teatro de la Unión Central (Mouesca y Orellana 14), con un programa que tenía las mismas películas exhibidas algunos meses antes en Europa en la primera exhibición de cine mundial. Era la lógica de quienes recorrían el mundo mostrando el invento, pero sobre todo en busca de imágenes exóticas que entretuvieran a las masas consumidoras de espectáculo. Pero hubo un momento en que el espectáculo debió cruzarse con la narración. Se debían contar historias, el “efecto” no era suficiente para mantener el consumo, había que dotar a las imágenes en movimiento de identificación para los espectadores. Es quizás, el inicio del cruce entre cine y literatura. A partir de allí, la espectacularidad de la puesta en escena debía ser legataria de una historia que narrar.