dc.description | A partir de la modernidad se configuran distintos fenómenos que siguen generando debates y discusiones en el campo de las ciencias sociales y la filosofía política hasta la actualidad. Esto ocurre debido a que en este periodo convergen en simultaneo una serie de acontecimientos, prácticas y elementos que configuran -todavía- el orden dominante.
Tal es la magnitud de la modernidad que, desde entonces, fenómenos anteriores como el patriarcado, la ciencia o la conformación del Estado se estudian desde la particularidad moderna. Y es que, al menos en occidente, desde la modernidad, la noción cristiana de Dios como centro y universalidad transitó hacia el ser humano y la razón, configurándolo como un sujeto organizador del mundo, y, estructurando a su vez, el dualismo moderno oriente-occidente, primitivo-civilizado, mágico-científico, irracional-racional, tradicional-moderno. Esto -como estudiara Quijano- conformó la colonialidad del poder y del saber y los sistemas de racialización, estructurando también -como desarrollan Hinkelarmment o Jonas-, una razón moderna sustentada en determinar el rendimiento, la medición y el cálculo de utilidad como fuentes principales del progreso ilimitado y la verdad.
Es en este periodo en el que, como estudiara Marx desde la economía política, se constituyó el capital a escala mundial, impulsando con ello la acumulación originaria y la reproducción ampliada, revolucionando a la sociedad feudal y derrumbando todas las relaciones “inconmovibles y mohosas del pasado”. También, como desarrollaran feministas como Federici, se estructura el patriarcado moderno a partir de la dominación y explotación del cuerpo de la mujer como engranaje de la reproducción capitalista, conformando como indicaran las feministas unitarias una estructura patriarcal-capitalista.
Adicionalmente, es el periodo en el que, con los elementos anteriores se conforma el sistema mundo estudiado por Wallerstein, configurando distintas relaciones de dominación y subordinación como desarrollaría a mediados del siglo XX la teoría de la dependencia; creando, a partir del acelerado desarrollo tecnológico, una realidad interconectada en tiempo real como argumentaría Castells a fines del siglo XX.
Es en este marco moderno que también emergen diversos clivajes políticos e ideologías situadas en este debate. Algunas insertas plenamente en la modernidad, apelando a sujetos esencialmente constituidos (nación, pueblo, raza); otros desde una crítica radical a la modernidad y a su totalidad como sistema de explotación, centraron los proyectos en las estructuras de clases originadas a partir de las relaciones sociales de producción, identificando al proletariado como sujeto moderno y comprendiendo que la emancipación a lo universal contenía un carácter igualmente universal. En otros casos, los proyectos, aún con pretensiones universalistas, apuntaron a constituir sujetos de forma articulada y diversa, atendiendo a sus particularidades y la co-existencia de distintos e interseccionales sistemas de dominación y opresión en la totalidad moderna; a la vez que, para otros/as la crítica a la modernidad se orienta contra cualquier pretensión universalista, incluidas las de carácter emancipatorio.
En el campo de las ciencias sociales, gran parte de estas discusiones atraviesan a los distintos marcos y cuerpos teóricos, dado qué directa o indirectamente las principales corrientes epistemológicas originadas desde autores como Marx, Durkheim, Weber, Parsons, Bourdieu, Foucault, Touraine, entre otros, centraron sus estudios en las sociedades modernas. De ahí en más, modernidad-modernización, estructura-agente, totalidad-particularismo, determinación-identidad, lo uno y lo múltiple, estén presentes en el debate hasta la actualidad.
En esta diversidad de perspectivas epistemológicas y proyectos emancipatorios se sitúan buena parte de las aproximaciones conceptuales y estudios en el marco de las ciencias sociales. Por ejemplo, la vinculación de proyectos políticos con estructuras de clases, los procesos de conformación y centralización vinculadas al Estado moderno como orden político y el rol de las mediaciones entre Estado y sociedad a partir de principios y valores universales como la democracia -actualmente en crisis-; las diversas relaciones y tensiones entre Estado y territorios, y cómo, pese a los distintos procesos de homogenización vinculados a la expansión moderna, perduran o no determinadas prácticas, experiencias e identidades barriales y territoriales; o bien, cómo se configuran relatos emancipatorios y resistencias desde lo decolonial y el feminismo, atendiendo a las particularidades y experiencias localizadas y situadas.
El actual número de Encrucijada Americana, pese a no ser una edición temática, presenta un conjunto de artículos que directa o indirectamente se relacionan con este conjunto de temas, presentando distintas miradas de abordaje y tradiciones vinculadas a identidades, emancipaciones, estructuras y mediaciones, que son parte del debate desde la modernidad hasta nuestros días. Así, se presenta un conjunto de artículos que abordan las particularidades de las identidades territoriales, las estructuras de clase en proyectos políticos, la migración, el feminismo y las relaciones entre Estado y sociedad.
En ese sentido, el artículo de Jessica Leguá abre una discusión teórica de larga data, desarrollando una reflexión en torno a los conceptos de totalidad y modernidad. Desde autores como Arruzza, Araujo, Kosik, rescata el valor de la totalidad, entendiéndola como la articulación de una realidad compleja y diversa, en oposición tanto a la compartimentación del conocimiento, como a la concepción homogénea y lineal.
Por otro lado, se presentan dos artículos que relevan el valor de las identidades locales en oposición y contraste con las tendencias homogenizadoras. Así, encontramos el artículo de Gabriel Casanova, quien estudió la constitución de comunidades e identidades subalternas en barrios urbanos de Santiago de Chile, enmarcándolas en un contexto de modernización neoliberal, segmentación, segregación y fragmentación. Por su parte, Iván Ojeda, Fernando Campos y Joao Guzmán, abordan la tensión centralismo- territorios, estudiando las identidades de la Región de Aysén en Chile, ubicada en la Patagonia. Estas, estarían configuradas a partir de formas diferentes de comprender el tiempo y el vivir, centradas en el cara-cara, la validación personal, la construcción de confianzas y una serie de ritos que, a juicio de los autores, entran en contradicción con el desarrollo de políticas públicas y acciones desarrolladas desde el centro, sin considerar las particularidades territoriales.
El trabajo de Mauricio Eyquem, presenta un estudio sobre la inclusión financiera de migrantes en Chile, conceptualizando la exclusión del mercado financiero como un elemento vinculado a las políticas migratorias y un posible reproductor de pobreza y dificultades para el desarrollo. El estudio cuantitativo, muestra los problemas para el acceso en migrantes, principalmente de países como Perú, Bolivia, Haití, Colombia y Venezuela.
Por su parte, Janette García y Pedro Rodríguez, estudian la relación entre el Chavismo y los estratos y clases sociales. En su artículo relacionan cómo el proceso venezolano estructuró un proyecto con distintas orientaciones discursivas en conflicto. En una primera etapa con el gran capital nacional y transnacional, anclando el proyecto en los sectores populares -por sobre un proyecto clasista en términos marxistas clásicos-. Esto habría ido transitando a partir del 2002 y posteriormente, con la crisis económica y la inflación, a distintos estadios y momentos de articulación, conflicto y tensión con la clase trabajadora, los estratos medios y los sectores empresariales.
El trabajo de Luz Marchant, se centra en estudiar la trayectoria comparada de Chile y Uruguay. La autora sitúa la crisis política chilena, en un marco mundial de crisis de legitimidad y confianza en la democracia. A partir de ello, establece una comparación con Uruguay, país caracterizado por una mayor estabilidad y altos índices de valoración democrática. Esto, a juicio de Marchant estaría vinculado a menores niveles de rigidez institucional, la renovación de grupos políticos y mayores niveles de participación ciudadana y mecanismos de democracia.
Finalmente, en la sección de reflexiones, Juana Balanzó desarrolla un ensayo sobre feminismo. Desde el “Feminismo otro”, establece una crítica el feminismo europeo y céntrico, situado en la crítica a la universalidad y uniformidad.
En suma, en el presente número de Encrucijada Americana se desarrollan un conjunto de temáticas que, desde diversas perspectivas, se aproximan a diferentes subjetivaciones, políticas territoriales, de género, migratorias, coloniales, de clase, referenciando directa o indirectamente, a distintas consideraciones epistémicas dentro de la modernidad en lo relativo a totalidad, universalidad, sujeto e identidad. | es-ES |