Bienvenidos todos a este nuevo Encuentro Internacional de Estudios Clásicos. Quisiera abrir este acto inaugural volviendo a plantear, ahora también a todos los que nos acompañan, la pregunta que formulé hace más de un año a los colegas de Chile y del mundo al convocarlos una vez más en esta nuestra Casa de Estudios pidiéndoles repensar el enigma del hombre. No soy la Esfinge, y nada tienen que temer si no han logrado descifrarlo. Espero, sin embargo, que en estos meses todos hayamos extremado nuestros esfuerzos para intentar comprender un poco más de aquello que solemos llamar «el ser de lo humano». No estoy segura de que lo hayamos hecho con el éxito deseado, pues la meta era muy alta, y sin duda el solo intento de alcanzarla era de por sí arduo. Por mi parte, confieso que, tras cuatro seminarios semestrales que he titulado «Meditación sobre lo humano», me asalta legítima la duda de que quizás apenas estoy poniéndome en camino.