Si queremos inteligir en el proemio de la elegía theognídea (v. 1-18) la unidad esencial subyacente, debemos abandonar para el análisis de su vocabulario los criterios clausos.Pues es indudable el valor de este lenguaje elegiaco como documento de lo que Jaeger ha interpretado como “lucha y transformación de la nobleza”1. Pero nobles desplazados e injustamente vilipendiados ha habido en muchas partes y momentos de este mundo frecuentemente en convulsión de los humanos. El lenguaje ceñido del lírico megárico se levanta en cambio como testimonio único de una belleza solitaria y sin par, inexplicable sin el trasfondo numinoso que desde edades y experiencias ancestrales llegó, a través del mythos, a la poesía y la existencia griegas; ininteligible además sin el acto de pensar purificativo donde tal trasfondo fue puesto en perspectivas filosóficas y líricas por las que los griegos accedieron a lo más sacro y arcano, al sostén metafísico del mundo y de los hombres.