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dc.creatorGrammatico, Giuseppina
dc.date2022-05-11
dc.date.accessioned2023-01-18T16:29:57Z
dc.date.available2023-01-18T16:29:57Z
dc.identifierhttp://revistas.umce.cl/index.php/iter/article/view/1846
dc.identifier.urihttps://revistaschilenas.uchile.cl/handle/2250/220623
dc.descriptionLa pregunta parece absurda e incontestable. Heraclito detesta a los hombres, es un solitario; no conocemos a sus discípulos1, no lo imaginamos rodeado de gente, haciendo escuela. Más bien parece ahuyentar a quien osare acercársele. Es áspero y lejano como la diosa sobre cuyo altar deposita su obra como una ofrenda. En sus presuntas acluaciones públicas la palabra es la gran ausente; esto no deja de ser paradójico en el “apóstol” del Logos2. La actitud, los gestos hablan por el. pero hay más fuerza en ese silencio que en ríos desbordantes de elocuencia. Las pocas veces en que habla, vocifera, grita y pronuncia palabras cortantes como cuchillos.es-ES
dc.formatapplication/pdf
dc.languagespa
dc.publisherCentro de Estudios Clásicos Giuseppina Grammatico Amari, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educaciónes-ES
dc.relationhttp://revistas.umce.cl/index.php/iter/article/view/1846/1834
dc.rightsDerechos de autor 2022 Iteres-ES
dc.sourceIter; Núm. 1 (1989): Paideia y Humanitas; 245-261es-ES
dc.source0718-1329
dc.titleHeis epí polloús o la difícil paideia heraclitianaes-ES
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/article
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/publishedVersion


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