Las reflexiones ética-políticas y los compromisos ciudadanos en la construcción de la democracia, son un desafío permanente en toda sociedad. Entre los especialistas sobre teorías de la democracia existe una idea común que la democracia no es un modelo de organización política definitiva. Aunque pueda considerarse normativamente como un elemento esencial para la convivencia organizativa, su orientación ideal está cargada de valores o principios que necesitan ser permanentemente justificados, fortalecidos y reflexionados, principalmente desde la óptica de la filosofía política y la ética. Por otro lado, el sistema democrático inevitablemente posee manifestaciones concretas. Saber en qué consiste la democracia, no puede apartarse de los análisis sobre los procesos históricos y empíricos en los que se desenvuelven los diferentes sistemas políticos democráticos, incluidos sus aciertos como sus amenazas. En definitiva, esta doble faz de la democracia, exige una actitud filosófica atenta y crítica que permita, por una parte, ofrecer argumentos que sostengan la dimensión normativa de la democracia. Y, por otra parte, ofrecer reflexiones y revisiones críticas de las experiencias democráticas concretas y sus manifestaciones antropológicas ineludibles.