Este artículo nos invita a comprender la educación patrimonial desde la perspectiva de la sociología comprensiva, es decir, como experiencia matricial que pone en juego las estructuras antropológicas del imaginario. Donde las vivencias colectivas y artísticas nos inician fuera de un pensamiento histórico, introduciéndonos dentro de una dimensión holística del saber y del mundo. Así la experiencia patrimonial o matricial ligada a procesos educativos, sensibles y artísticos, revela la existencia de los aspectos oscuros de los pueblos, de los grupos de personas, entendidos como comunidades unidas por un destino común. Desde esta situación, la experiencia educativa como experiencia comprensiva, matricial o patrimonial, nos invita a mirarnos fuera del tiempo lineal, interrumpiendo el olvido, cesando lo desencantado, suspendiendo lo estático y vinculándonos a los palimpsestos vivos que nos ofrece el tiempo alabeado por lo afectivo. Finalmente, podemos comprender la existencia de una educación matricial como dimensión copulativa, creativa o anómica, como territorio fértil, como potencia que propicia el renacimiento permanente de un pluralismo creador. Inmersos en este ambiente, los procesos formativos y matriciales, se experimentan como intensos procesos digestivos, ya que propician transformaciones con todos los elementos sustanciales de las historias colectivas.