A partir de las lecturas de la obra de Artaud realizadas por Blanchot y Derrida, sostenemos aquí que el descentramiento antrópico de la escritura permite repensar un materialismo (no dialéctico y no sustancial) que hace justicia a la organolepsia impersonal del arte toda vez que no la reduce al horizonte representativo humano. En el recorrido que proponemos, la lógica que Blanchot (en Le livre à venir) y Derrida (en Forcener le subjectile) recuperan de la obra artaudiana implica una reconfiguración de la noción de superficie (desligada de la oposición binaria con un fondo) y fuerza, concomitantemente, un nuevo planteo ontológico y estético. Éste revela la necesidad de mantenerse a distancia del horizonte moderno (que organiza lo existente de acuerdo a la dupla sujeto-objeto) para acoger la potencia inorgánica de los materiales sin expropiarlos de su animación y, a la vez, reivindicar lo viviente sin plegarlo a las condiciones de lo humano.