Me es muy grato poder compartir algunas ideas sobre un tema que a mí me apasiona. Con respecto al proceso de acreditación he podido apreciar dos cosas: primero, el efecto interno que produce dicho proceso con toda su parafemalia, con todo lo que ello supone; y, además, el tremendo cambio cultural que se ha producido en la cultura académica del país. Hace diez años este lenguaje habría sido imposible, porque, simplemente, no estábamos hechos para eso. Y, por cambios muy dramáticos que han ocurrido tanto en el entorno general de la sociedad como en los sistemas de educación superior, se ha ido acentuando la necesidad de que el quehacer académico debe ser, de alguna manera, sometido a procesos intencionales de mejoramiento de su calidad. Desde esta perspectiva, nos hemos convencido, como académicos, de que si nosotros no hacemos una verdadera posesión de nuestra tarea, no hay forma alguna de mejorar la calidad.