Existe una fuerte tendencia para concebir a las comunicaciones como una panacea. Se sostiene que bastaría que grupos en conflicto, con tan sólo lograr comunicarse, podrían seguramente resolver sus diferencias. Tal enfoque es, por decir lo menos, algo ingenuo, y pareciera más bien, algo absolutamente desastroso. Es necesario confrontar la posibilidad real, aunque no investigada, de que los flujos de información entre grupos, puedan promover ya sea el odio como comprensión. Las comunicaciones constituyen fuerzas sociales, políticas y culturales, de gran poder y es deseable pensar que, no causarán tensiones ni conflictos bélicos entre áreas locales, regionales, nacionales e internacionales.