Para intelectuales tan diversos como Carl Jung, Edgar Morin, Hans Joas y Margaret Ar cher, entre muchos otros, la espiritualidad y lo religioso son parte de lo que constituye lo humano, y como tal, no puede desconocerse su papel en la historia, en el presente y en el futuro de la humanidad. Tal vez es esta la razón de que la sociedad moderna, racional y científica, no produjera –como algunos esperaban– su desaparición. Esta permanencia, que es también revalorización, tiene caras diversas. Por un lado, están los fundamentalis mos y los conservadurismos, que intentan hacer de lo religioso el eje organizador de toda la vida social. También está el individualismo-hedonismo presente en algunas versiones de las nuevas espiritualidades, que produce una especie de “escapismo de lo social”. Pero también, en el contexto de las críticas y discusiones sobre el post desarrollo, especial mente desde América Latina, se ha considerado el valor de la espiritualidad en los pro cesos de transformación social y de búsqueda de alternativas a la crisis civilizatoria o de los modos de vida actuales que promueve el capitalismo. En este contexto, conversemos sobre tres preguntas ¿Qué entendemos por espiritualidad? ¿Cuál es el lugar de la dimen sión espiritual en la sociedad actual? ¿En qué medida la espiritualidad puede contribuir a la transformación social y civilizatoria?